En este espacio, donde los protagonistas son los alumnos y alumnas del centro, tienen cabida las actividades que se desarrollan en el mismo y que no sólo complementan, sino que enriquecen las enseñanzas académicas.

viernes, 23 de abril de 2010

Relatos. Blanca Armada


NUNCA OLVIDARÉ...
Estoy a punto de conocer el mundo. De él nunca he visto nada, sólo he oído decir que hay gente que tiene muchas ganas de conocerme.
Queda sólo un mes y este lugar ya se me ha quedado pequeño, además estoy impaciente por saber quiénes serán los que me esperan fuera. Siento algunas risas cuando golpeo con fuerza, dicen que son pataditas pero no entiendo lo que significa.
Siguen pasando los días y estoy un poco nerviosa. Oigo una voz que grita “Ha roto agua” y me asusto.
Hoy es el gran día, veintiséis de julio, y creo que va siendo hora de que todos me conozcan. Ya estaba aburrida de llevar tanto tiempo encerrada. Recuerdo que no fue fácil salir a la luz. Además al ver a una mujer vestida de verde y con un extraño gorro me inquieté. De repente me puso boca abajo y sentí un fuerte golpe. Lloré muchísimo. Creo que se trataba de eso. Al rato cambié de brazos. Estos eran muy suaves, me acariciaban tiernamente y me hacían entrar en calor. Noté un beso en la mejilla. No necesitaba que nadie me dijera nada; perfectamente supe que esos brazos eran de mi mamá.
Todo lo veía borroso y apenas apreciaba nada, pero recuerdo que se oían voces de alegría que no paraban de decir “Olga”. Supuse que ese era mi nombre.
Al día siguiente me desperté y había un niño y una niña junto a mí. Yo aún no podía distinguirlos, pero se les veía muy alegres. También había un hombre: ¡era mi padre y estaba contentísimo!.
Después empecé a fijarme en mi alrededor. El lugar era muy cálido; transmitía tranquilidad y bienestar; olía muy bien y me sentía muy a gusto. Mi mamá me volvió a poner en sus brazos y una luz se encendió. Todo era de un color rosa suave y mi madre decía: “Esta habitación es la de mi peque”. Yo le sonreía aunque no supiera lo que significaba, pero aquel lugar me gustó muchísimo.
Aquellos niños volvían a estar allí. ¡Eran mis hermanos mayores! No paraban de darme abrazos y besos... no se separaban de mí ni un instante y en cuanto lloraba un poco allí estaban ellos para calmarme: me daban peluches suavitos, me dormían y me tapaban ya que mi madre mientras tanto, estaba trabajando. Pero volvía a la misma hora siempre para darme de comer y, cuando podía me acurrucaba y me quedaba dormida en dos minutos, sus brazos me dejaban relajadísima.
Aquellos días sin embargo, estaba un poco agobiada porque todos los que me veían n o me querían soltar... aunque me hacían reír más que nadie, sobre todo mis hermanos.
A medida que me hago mayor mis hermanos también. Ahora ya no soy un juguete, sino su hermana pequeña. Aunque sea mayor me siguen queriendo igual... o más. En fin, me gusta este extraño cambio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un relato muy bonito,es original y trata sobre algo que ha ocurrido de verdad

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