El día comienza gris. Parece que el tiempo quiere acompañar una conmemoración nada festiva para la cual lo primero es colocar una gran pancarta. El número de víctimas ha estado creciendo justo hasta tres días antes, así que se preparan sesenta y cuatro flores blancas. No cuesta nada encontrar a otras tantas alumnas concienciadas con el problema porque saben que sólo recordando lo ocurrido se puede erradicar una violencia que nace de la desigualdad. Incluso hay alumnos que quuieren llevar la flor. Por ello la labor de los centros educativos es tan importante, porque el futuro se debe construir en igualdad. Esta tarea se exterioriza este día pero se realiza diariamente y todos los alumnos y alumnas participan en ella.
El Plan de Igualdad coordina los trabajos realizados en las aulas y se exponen unos carteles en los pasillos, se confecciona un gran mural multicolor y todo el mundo luce un lazo blanco. Consignas contra la violencia machista decoran las paredes en forma de haikús, alegatos por la igualdad aparecen en inglés y en francés, y se proyectan películas relacionadas con el tema. Tras algunos intentos de hacer callar a más de quinientos alumnos en un patio enorme y en una fría mañana que empezaba a abrir tímidamente, será un feliz indicio,
la conmemoración se cierra con un manifiesto leído por una profesora del centro, respaldada por las sesenta y cuatro alumnas y acompañada por el director del instituto. Después, cinco minutos de silencio.
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