En este espacio, donde los protagonistas son los alumnos y alumnas del centro, tienen cabida las actividades que se desarrollan en el mismo y que no sólo complementan, sino que enriquecen las enseñanzas académicas.

domingo, 21 de noviembre de 2010

La Cátedra de Flamencología visita nuestro centro

El pasado 17 de noviembre nuestro centro tuvo la suerte de recibir la visita de tres de las personas que más saben de flamenco, el flamencólogo Agustín Gómez, el director de la Cátedra de Flamencología de la UCO, Luis de Córodoba y el guitarrista Paco Serrano. A pesar de que la fecha se había fijado con mucha antelación, no podía ser el más apropiado puesto que el día anterior la UNESCO eligió el flamenco como Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad.
La visita se había preparado dentro de las actividades que la Cátedra desarrolla este año fuera de la Universidad, por los institutos de secundaria, para difundir este cante tan nuestro. Se trataba de una conferencia ilustrada en la que Agustín Gómez iba desgranado toda su erudición sobre el flamenco, al tiempo que Luis de Córdoba la iba ilustrando con ejemplos.
El flamencólogo comenzó su disertación tratando el desconocido origen de este cante tan singular y arraigado, pero señaló que, a poco que se investigue, se pueden encontrar pistas ancestrales como una historia del libro de Absalon que ha llegado al flamenco a través de una leyenda romana que derivó a su vez en unos romances. O el caso de la relación entre los verdiales y las saturnales romanas del siglo I a.C. En general, el origen del flamenco está en la cultura agraria, y eran cantos más intuitivos e improvisados que aprendidos o ensayados, y describían las tareas campesinas o el recuerdo de la amada.

Amarillo es es oro,
blanca la plata,
y azules son los ojos
que a mí me matan.

Entonó Luis de Córdoba. Esta toná, como el resto de los cantes, durante el siglo XIX y por motivos socioeconómicos, pasó a la ciudad, donde adquirió una estructura. Anteriormente, en el campo, el flamenco es compañero de trabajo y de fiestas, acompañado de instrumentos como la gitarra, la pandereta o el violín. A parir del XIX, el paso a la ciudad supone una pérdida de espontaneidad, que se suple con el uso de una estructuración del cante, con una entrada, un desarrollo y un final. El cantaor se da cuenta y lo minimiza en el sentido de que sólo quedan la guitarra y la voz en pleno diálogo. El protagonismo pasa a ser individual.
Las historias de unos palos, como los fandangos de Huelva, las tonás o los verdiales, y las relaciones entre otros, como la de los tanguillos de Cádiz con el tango, fueron el tema de una conferencia que resultó amena e interesante para nuestros alumnos, quienes seguramente entendieron más claramente por qué el flamenco es a partir de ahora Patrimonio de la Humanidad.

Las imágenes del acto



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