Libros y políticos

Córdoba es candidata a la capitalidad cultural de 2016 y para ello lleva mucho tiempo preparándose. El título de capital cultural tiene una fuerte dimensión europea y está basado en la cooperación cultural. Pero lo más importante quizá sea que sus ciudadanos están implicados en el sentido de que son anfitriones, colaboradores, protagonistas y receptores; todo al mismo tiempo. Por ello, la imagen que éstos proyecten al exterior es tan  o más importante que la de la propia ciudad. Parece ser que así lo sienten: participaciones masivas en todos los actos culturales de la talla de Cosmopoética, Eutopía, el Festival de la Guitarra, la Noche Blanca del Flamenco, Certamen de Música de las Tres Culturas y la reciente Feria del Libro. Estos son sólo los eventos hacia los que se dirigen los focos. Sin embargo, la Oficina de la Capitalidad va más allá y pugna por una infraestructura apropiada, lo cual indudablemente conlleva unos gastos contra los que se podría argumentar que no están los tiempos para alegres dispendios. Es cierto, pero no lo es menos que invertir en cultura es un valor seguro que se multiplica cuando se recupera.

Si hay una inversión arriesgada es un voto a un candidato equivocado. Es lo que puede suponer el apoyo a alguien que después de la apuesta tan fuerte que Córdoba ha hecho y continúa haciendo por la cultura, la desprecie jactándose de no haber leído un libro en su vida porque no lo ha necesitado. Hay quien aún cree que la cultura no es vital para la formación del ser humano, para su crecimiento. No se equivoca, para las personas como él no es necesaria y eso le hace creer decabelladamente que uno de los  males y causas de la actual crisis es a la vez la solución para salir de ella. Consecuentemente, defiende la idea de que la mejor forma de recuperación económica es volver a potenciar la construcción.

Afortunadamente esta idea cuenta cada vez con menos seguidores en Córdoba, a  la luz de los apoyos a la cultura. Por ello no se permitirá que   la ciudad se convierta en otra Vetusta, en cuyo ayuntamiento gobernaban los enemigos del arte.